Los sagrados alimentos Con cierta frecuencia veo, en calles de mi barrio, policías que comen de pie junto a sus patrullas, con las tapas de las cajuelas sirviendo de mesas. Escenas indignas, inaceptables. Lo mismo ocurre con choferes y guardaespaldas de personajes importantes, que abren las puertas traseras de sus vehículos blindados y convierten las alfombras negras en áreas de alimentos y bebidas.
Hola, Salvador. Muy buen ensayo sobre trabajo, vida privada y los sagrados alimentos. Obvio que coincido contigo. Me pregunto por qué los directores de las empresas o, al menos, los gerentes de Recursos Humanos en lo general parece que no entienden algo tan básico y fundamental que tiene que ver mucho con la calidad de vida de personas, su derecho a la paz y a convivir + con su familia
Me encanta la reflexión y tu ensayo. La comida es algo esencial y justamente, digno de su tiempo, cadencia y disfrute. Es de los placeres mayores y cotidianos, que a veces, despreciamos. Gracias por recordarnos lo que vale la pena. ¡Y buen provecho!
Coincido plenamente contigo!!! ese tiempo de comer ya sea con amigos o con familia es preciado e importante!! alimenta el alma también. Y hacerlo notar se me hace importante.
jun 7, 2023·editado jun 7, 2023Gustado por Salvador Sanchez G.
Mientras te leía recordé lo que, a mi juicio, es una de las peores cosas que suceden alrededor de una mesa y que, sin embargo, es ya muy común: sentarse y poner, junto al plato o frente a él, el teléfono celular. Y peor todavía: pequeñas computadoras y otros aparatos que sirven como barrera para la convivencia y el disfrute. Hace unos días, la llegada de una familia de cuatro (dos hijos adolescentes) a un restaurante llamó mi atención. La chica, de no más de 16 años, iba a rastras; el chico, unos dos años mayor que la hermana, se sentó al mismo tiempo que colocó, entre el vaso y el plato, un celular ultra moderno del que salió el capítulo de alguna serie que, seguramente..., no podía esperar para ver más tarde. La mamá apenas sostenía la sonrisa de "familia feliz" y el papá, en el tiempo en el que estuve viéndolos desde la mesa de al lado, se zampó unas cuantas copas de vino. Lo entendí perfectamente; esas comidas, esos encuentros familiares, es mejor olvidarlos.
Maravillosas reflexiones de un tema poco abordado en las reuniones de Capital Humano, pero recurrentes en los pasillos. Para tomar acciones. Gracias por compartirlo.
Hola, Salvador. Muy buen ensayo sobre trabajo, vida privada y los sagrados alimentos. Obvio que coincido contigo. Me pregunto por qué los directores de las empresas o, al menos, los gerentes de Recursos Humanos en lo general parece que no entienden algo tan básico y fundamental que tiene que ver mucho con la calidad de vida de personas, su derecho a la paz y a convivir + con su familia
Me encanta la reflexión y tu ensayo. La comida es algo esencial y justamente, digno de su tiempo, cadencia y disfrute. Es de los placeres mayores y cotidianos, que a veces, despreciamos. Gracias por recordarnos lo que vale la pena. ¡Y buen provecho!
Coincido plenamente contigo!!! ese tiempo de comer ya sea con amigos o con familia es preciado e importante!! alimenta el alma también. Y hacerlo notar se me hace importante.
Sabroso e inteligente artículo. Para mí siempre ha sido importante parar a comer y comer como Dios manda.
Comer “como Dios dicen que manda”, y si es en compañía, mejor aún.
Hablar de nada y de todo. Gozar cada bocado y la compañía.
Consagrar el tiempo y los alimentos , su preparación y apreciar a los que los preparan.
Gracias. Como siempre inteligente y “séntido”
Y esto sirve para un pretexto
¡vayamos a comer!
Mientras te leía recordé lo que, a mi juicio, es una de las peores cosas que suceden alrededor de una mesa y que, sin embargo, es ya muy común: sentarse y poner, junto al plato o frente a él, el teléfono celular. Y peor todavía: pequeñas computadoras y otros aparatos que sirven como barrera para la convivencia y el disfrute. Hace unos días, la llegada de una familia de cuatro (dos hijos adolescentes) a un restaurante llamó mi atención. La chica, de no más de 16 años, iba a rastras; el chico, unos dos años mayor que la hermana, se sentó al mismo tiempo que colocó, entre el vaso y el plato, un celular ultra moderno del que salió el capítulo de alguna serie que, seguramente..., no podía esperar para ver más tarde. La mamá apenas sostenía la sonrisa de "familia feliz" y el papá, en el tiempo en el que estuve viéndolos desde la mesa de al lado, se zampó unas cuantas copas de vino. Lo entendí perfectamente; esas comidas, esos encuentros familiares, es mejor olvidarlos.
Como siempre, tu texto me encanta e inspira. Gracias Salvador.
Maravillosas reflexiones de un tema poco abordado en las reuniones de Capital Humano, pero recurrentes en los pasillos. Para tomar acciones. Gracias por compartirlo.