El dolor en vivo y a todo color
Acapulco resulta destrozado por el huracán Otis durante la noche del 24 y la madrugada del 25 de octubre.
Muy poco tiempo después, comenzamos a ver escenas compartidas en las redes por personas que tuvieron el aplomo necesario para encender sus celulares y captar momentos espeluznantes que infortunadamente vivieron y a los que por suerte sobrevivieron.
Unas horas más tarde, desde la mañana del miércoles 25, los medios inician la entrega a sus audiencias de imágenes del desastre y los primeros datos sobre pérdidas de vidas y daños materiales; la catástrofe va adquiriendo dimensiones, coordenadas, nombres y apellidos. Y carácter de reality show.
Aparece en los medios, esa tarde, una foto inconcebible del Presidente atascado en el lodo dentro de un jeep del ejército. La narrativa oficial pretende darle un tono épico al hecho pero ni la imagen ni la situación, tan grave, dan para tanto.
Una vez registrado el deplorable estado en que quedó la ciudad y algunas poblaciones cercanas a ella, y ante la lenta y aparentemente mal coordinada respuesta del gobierno, los medios se estaban quedando sin “nota” cuando el mismo miércoles apareció una fuente de abundantísimo material noticioso: los saqueos y la rapiña.
Para fortuna del gobierno, la atención se desplazó, al menos dos días, de la ausencia de gobierno en Guerrero, el debate del FONDEN, la falta de previsión y la incapacidad de dar soluciones contundentes por parte del gobierno federal, al festín de despojo que comenzó con la justificación de que se robaba para comer y beber (agua) pero que pronto mostró su verdadera cara. No hace falta entrar en detalles, todos lo hemos visto hasta la saciedad.
Uno se pregunta cuál será el efecto, entre potenciales aportadores de ayuda para los damnificados, de ver a la gente sustrayendo de las tiendas, más que alimentos o artículos de primera necesidad, aparatos electrónicos, relojería, enseres domésticos, ropa cara, teléfonos y hasta refacciones para autos y llantas. No lo sé. Pero este fenómeno culminante de la cultura del despojo, que hoy sábado 28 ya escaló hasta asaltos y robos en casas habitación con total impunidad (nada nuevo), merece tanta atención y análisis como los fenómenos meteorológico, mediático, político y de administración pública asociados al huracán Otis.
El calibre de los daños, para quien no se ha formado una idea:
“El poder es la capacidad de hacer sufrir y la corrupción es la manera de lograrlo sin dejar de sonreír.”
Jorge Wagensberg
Babelia, de El Pais. 08/07/2017
Gaza. El genocidio como reality show, para que todos tomen nota. Las escenas de la ciudad de noche con los resplandores causados por las bombas que caen sobre edificios habitados por familias. Las escenas de la ciudad de día, con edificios habitados por familias, desplomándose a golpes de misil como en un videojuego. Las imágenes de las entradas a los hospitales, con heridos bañados en sangre precariamente sostenidos por familiares o personas piadosas; los pasillos saturados de personas moribundas, los niños cubiertos de polvo y sangre. Las calles llenas de gente aterrada, sobre todo mujeres y niños, con miedo, sed y hambre, sin medicamentos. Los soldados en Cisjordania impecablemente equipados allanando casas y arrestando sospechosos. Los tanques listos para hacer aquello para lo que han sido fabricados y vendidos, lo mismo que los cohetes. Los rostros pétreos, sin alma, de los “líderes” que aparecen dando explicaciones en la televisión. Una nueva temporada de Fauda, pero sin Doron.
Así de difíciles están las cosas para tanta gente inocente:
“..los seres humanos somos tribales. Solemos tratar a los miembros de nuestro grupo con mucha generosidad y altruismo, incluso con valentía. Pero no nos sentimos obligados a actuar igual con los que son ajenos al grupo. Con esos podemos ser increíblemente crueles.”
Yascha Mounk, ensayista estadounidense de origen alemán
El País. 25/10/2022
Dolor. Dolor. Y más Dolor. Pobres acapulqueños. Pobres palestinos y judíos. Es un momento desastroso en México y el mundo. No veo salida